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Hacia la pintura pura
Aldo Galli
La Nación. Buenos Aires, 3 de octubre de 1987.
 
Después de una larga ausencia, vuelve a exponer entre nosotros el pintor Jorge Abot. Y lo hace nuevamente en las salas de Van Riel (Talcahuano 1257) en cuyo stand de “ARCO 86”, en España, estuvo recientemente presentado.

La abstracción geométrica (denominada también arte concreto o constructivista) es desplazada después de la segunda posguerra por un movimiento que llegó a dominar el mundo occidental en la primera mitad  de la década del 50, el informalismo. Esa corriente, de la cual deriva Jorge Abot, hereda de los superrealistas el automatismo (la tendencia a traducir los gestos sin control en representaciones gráficas de un impulso interior), y del expresionismo, la subjetividad, romántica en el fondo, que conduce a menudo a la improvisación.

Capaz de expresarse con elementos pictóricos puros y con formas volantes que reflejan las pulsiones y los estremecimientos vitales, esa pintura no espira a ser “comprendida”; quiere ente todo ser “sentida” y, como gran parte del arte moderno, tiende a desconceptualizar su contenido mediante la omisión de toda referencia figurativa; tiende en fin, a reemplazar la comprensión por la intuición. Su pincelada define la dimensión personal de un modo turbador y dramático que traduce la medida interior.
En resumen, Abot no es un analítico y su vocabulario es del expresionismo abstracto, el de la pintura pura, que carece de contaminaciones literarias, porque tiene en sí misma su principio y su fin.