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Papeles de recién venido |
Diario Clarín. Buenos Aires, 12 de junio de 1993. |
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Llegar a las nuevas salas de exposición de la OEA (Junín 1940) y enfrentarse con la obra del argentino Jorge Abot es una experiencia singular en la plástica porteña de hoy. Se trata de la primera muestra de envergadura -treinta pinturas sobre tela y papel realizadas en los dos últimos años- que el pintor encara desde que regresó de España, donde vivió casi dos décadas. Son sus “papeles de recién venido”. Todavía hay en ellos algo muy español. Acaso sea por eso que el crítico Francisco Calvo Serraller lo incluyó recientemente en su diccionario de artistas españoles.
Abot dice lo que tiene que decir con el lenguaje de la abstracción, y ha decidido explotar al máximo las posibilidades de la pintura. Usa pastel, acrílico y óleo en aguadas y transparencias que alternan con papeles pegados y crean superposición de planos. Obtiene así todos los matices que le permiten el blanco y los valores más altos de la escala cromática. Pero también ubica en su justo lugar el trazo del color puro. Gruesas pinceladas negras estructuran, tachan y acuñan los signos de un idioma propio que parecen querer rozar el mundo de las esencias.
Como dijo hace unos años el escritor Héctor Tizón: “El camino de Abot va de la intuición al símbolo”. Es decir, sigue el itinerario del más natural de los procesos de abstracción: la formación del lenguaje. Una actividad tan antigua como la humanidad.
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