|
|
|
Jorge Abot, lo inesperado en la pintura |
Rafael Squirru
La Nación. Buenos Aires, 13 de septiembre de 1997. |
|
Exposición: en el Centro Borges, el pintor presenta obras
de las que extrae colores y formas como lo haría un prestidigitador.
Me parece muy atinada la cita de Heráclito que Osvaldo Mastromauro al tope de sus propias reflexiones expresa sobre el arte de Abot: “Si no esperas lo inesperado, no lo hallarás.”
El milagro que logra Jorge Abot en todas y cada una de sus pinturas es que, apelando a lo más hondo de su ser, extrae colores y formas, como podría hacerlo el prestidigitador que va sacando conejos de una galera.
Conozco un solo artista, inglés de origen judío alemán, Roger Hilton, capaz de conquistar parecidos logros. Se trata de un maestro poco conocido, pese a mis esfuerzos por difundirlo.
Pero entre este elemento sorpresivo y sorprendente que cosechan ambos maestros (ya Abot alcanzó esa estatura) existe una diferencia importante: mientras las manchas de Hilton lo aproximan al action painting, la naturaleza cósmica obrando en la naturaleza humana como parte de la misma, en Jorge Abot estos “impromptus” (dignos de Chopin) se resuelven dentro de un espacio casi siempre articulado a partir de manchas ordenadas, por lo general verticales, que apuntan con desparpajo a una geometría tan poco ortodoxa como sutil.
Creo que, para su plena degustación, la obra de Abot exige al contemplador un cierto grado de ensimismamiento, la única forma de penetrar el alto grado de libertad interior que el creador nos propone. Sólo así podremos percibir que el gesto va más allá del gesto, que aunque a veces lo insinúa literalmente existe un pentagrama riguroso que sostiene cada una de estas manchas, cada uno de estos colores, que en algunos casos, como en “El muro”, hacen estallar un rojo entre los oscuros con la misma contundencia con que un gancho de izquierda a la mandíbula puede noquear al que bajó la guardia.
La sensibilidad del espíritu también admite el combate y hay que estar alerta para asimilar los golpes. El mismo grado de alerta con el que el arquero dispara la flecha. Considero que esta muestra de Abot en el Centro Cultural Borges (Viamonte y San Martín, con el auspicio de Palatina) es visita obligatoria para quienes no temen el riesgo de la aventura hacia el yo profundo.
|
|