OBRAS
TEXTOS
biografia
CONTACTO
 
 
ensayos
entrevistas
crÍticas
diÁlogos del taller
escritos
 
Reencuentro
Marcos-Ricardo Barnatán
Revista Metropoli de Diario EL Mundo. Madrid, marzo de 2003.
 
Jorge Abot
Pinturas y Collages. Círculo de Bellas Artes.
(Marqués de Casa Riera, 2) Hasta el 30 de marzo.
 
Tras muchos años de ausencia en el escenario artístico español, vuelve a Madrid, y por partida doble, el pintor argentino Jorge Abot (Buenos Aires, 1941). Primeró nos mostró, durante el pasado mes de febrero y en la galería Kreisler, una buena selección de sus últimas pinturas sobre papel, y ahora nos ofrece una gran exposición de lienzos, papeles y collages, prologada por Francisco Calvo Serraller en el marco casi institucional del Círculo de Bellas Artes.

Recordábamos la obra de Jorge -que vivió y trabajó en España durante 13 años para retornar a la Argentina en 1990- e incluso una muestra individual memorable que se celebró en la galería que dirigía Carmen Gamarra en 1981. Sus pinturas tenían entonces, y tienen hoy también, una gran sintonía con los artistas que habían fraguado la mejor abstracción española, algo que facilitó bastante su rápida aceptación en un público necesitado siempre de referencias.

La obra que nos lo devuelve ahora tiene una gran coherencia, como si ninguna de las plurales tentaciones de cambios que acechan normalmente a los artistas le hubieran afectado. Grandes trazos gestuales sustentados en una siempre vigilante geometría, ese omnipresente peso de la geometría rioplatense puede más que la fuerza de los gestos, y, esta vez, cargado de signos musicales en unos fondos de fragmentadas partituras que le hacen de soporte, y que subrayan el carácter musical que el artista quiere dar a sus composiciones.

Así lo reflejan algunos de sus títulos: Canto para el amarillo, obra que ilustra esta página, Pequeña música o Canto al negro. Música y poesía oriental, alusiones al haiku: “En las flores tardías del cerezo / la primavera que se va / vacila”, y una constante reflexión sobre el paisaje como espacio privilegiado para concentrar el pensamiento.

La pintura de Abot la sentimos muy próxima, no sólo porque admiramos su personalísima calidad, sino también porque su familiaridad acrecienta sus efectos. No necesitamos el esfuerzo de entenderla porque nos refresca nuestra propia memoria.