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Jorge Abot |
Sela Del Pozo Coll
El Punto de las Artes. Madrid, febrero de 2003.
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La rudeza expresiva de la pintura de Jorge Abot (Buenos Aires, Argentina, 1941) vuelve a Madrid, esta vez con más fuerza que nunca, con todo el bagaje acumulado de una vida llena de matices, construida con tenacidad a partir de unos principios artísticos que sustancialmente no parecen haber cambiado mucho. Si acaso, éstos se han depurado conforme él iba progresando en la búsqueda de una madurez estilística que nos permite afirmarnos hoy en la convicción de hallarnos ante uno de los artistas argentinos de mayor reconocimiento internacional.
Sus pinturas se nos antojan casi testimoniales de la dialéctica que las conforma. Generalmente empleando formatos rectangulares, bien apaisados, bien verticales, Abot despliega sobre la tabla su personalidad a través de pigmentaciones de terrosos, sienas, gualdas y negros betunes. Los colores se mezclan con serrines y aunque perduran en su segmentarismo, no ceden lugar alguno a lo informe, sino que dentro de la lógica abstracta de sus registros, muestra un orden, un equilibrio de campos cromáticos.
Sus dípticos y trípticos resultan de este modo abrumadores en su condensación matérica, pero nada farragosos. La habilidad del artista radica en este punto en la inclusión de recortes de periódico o de fragmentos de ajadas partituras musicales: introduce un lirismo de talante dialéctico para contrarrestar los broncos valores que subyacen de sus composiciones.
En otras ocasiones, acude a las grafías hendidas, que dejan ver, como cortes estratigráficos, las capas pictóricas primigenias a través de la elegancia del trazado, rápido pero preciso. Junto a todo esto, su obra sobre papel consigue ese vuelco en nuestra sensibilidad que sólo acontece ante las obras más auténticas. No existe una línea divisoria entre esta técnica y las otras, por eso Abot la concibe con un tratamiento semejante, imprimiéndole eso sí la sensación de inmediatez que es inherente a esta manifestación expresiva. Una obra y un artista llevados al límite de la genialidad expresiva, acodada ahora, fuera de férreas ligazones estilísticas, en la expresión más pura de una personalidad artística única.
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