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Sabia memoria
Rafael Squirru
La Nación Arte. Buenos Aires, 19 de septiembre de 2004.
 
No creo que el arte de Jorge Abot se le puedan contar las sílabas como a un haiku japonés. Como otros artistas de renombre en varias disciplinas, Abot cursó estudios de sociología lo que no le ha impedido cumplir con la definición del poeta de Marechal: “Una zarza hostil en el campo de puerros de la sociología”. A la hora de elegir su propio sendero, Jorge optó por aquellas razones del corazón que la razón no conoce, como quería Pascal. Análogo camino al que siguió el físico matemático Ernesto Sábato.

Las técnicas mixtas, los óleos sobre papel, todas las técnicas le son propicias a Abot para acercarlo al filósofo Bergson y al mundo de las intuiciones. El análisis y el formalismo intelectual empalidecen estas síntesis que reflejan su temperamento.

El mismo nos dice: “Creo que la fuerza del arte está no sólo en la resolución plástica o estética de las obras, sino en la memoria que éstas contengan, de ahí su contemporaneidad”.
Jorge recuerda muchas veces y se emociona con esos recuerdos, de los que no están ausentes el dolor o la alegría.

Este gran romántico tira por la borda la estrechez de racionalismos que excluyen lo emotivo. Su arte libera energía de la que a veces no está ausente la bronca. Se diría que el mundo le duele a Abot y busca rescatarlo con la furia del viento cuando sopla fuerte. Todo ello a partir de un raro refinamiento que deleite al contemplador.
(En galería Palatina, Arroyo 821, hasta el 20 de septiembre.)