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De la obra única… ..a la estampa
Miguel Logroño
Presentación de catálogo “Jorge Abot-Patricio Court” en Galería Estiarte. Madrid, 1984.
 
Imagino que el lector/contemplador avisado sabrá deducir cuánto va "De la obra única a la estampa". Yo no. Quiero decir que mis pesquisas no discurren por el terreno de la cantidad, que es lo que, en principio, puede inferirse de tal enunciado. Procesos de reproducción, posibilidades de multiplicación: pues bien, sospecho que lo que va de uno a otro límite es lo unívoco, el arte.

Véase una vez más el ejemplo a través de lo que ofertan dos pintores: Jorge Abot y Patricio Court. Supongo que el paso de lo único a, en este caso, lo serigráfico, un ámbito de la estampación, y en ello, de la prolongación técnica de un hecho plástico, obedece en gran medida a un criterio informativo. A una cierta escenografía de la información. Pinturas sobre lienzo y sobre papel, digamos que como protagonistas de un primer espacio, y serigrafías, como horizonte de un segundo. Lo que va de aquél a este lugar es lo que se decanta en ambos: la consideración de la pintura, conforme a unos presupuestos específicos, porque, en definitiva, el expresarse apela siempre al procedimiento más acorde.

Se entiendo como obra única cuando no es reiterable, ya que inicia y concluye su ciclo conforme a unas concretas determinaciones de la realización. Se acepta como estampa lo que, de acuerdo a nuevas aportaciones en el medio, es sometible a una lógica de la repetición. No distinta, esa lógica, a la que ampara el primer proyecto. Si es lógico que un lienzo no sea más que uno -¿por qué tentar el absurdo de lo mimético, de homologarse con un segundo literalmente igual?-, también lo que es una serigrafía -una , un aguafuerte- se continúe por la idea de grupo, de conjunto, dado que en esa capacidad de continuarse se afirma su originaria capacidad. (Y en esta circunstancia no deroga la posibilidad de una estampación única, si bien en este plano le habríamos negado la grandeza de su expansión).

Cuando un artista afronta la aventura de “representarse”, todas las posibilidades son igual de genuinas. Así, pues, de únicas. (Y nada digamos de “originales”). ¿Qué valor principal diferenciará el que un pincel recorra una superficie, estrenándola y finalizándola, y el que lo equivalente -colores, formas- Invoque otro soporte y lo sorprenda con un más distendido final?. Siempre estará ahí un creador inaugurándose, asombrando la necesidad de instaurar unas íntimas presencias que en nada esencial se distinguen, porque justamente lo esencial es lo que subyace siempre. Lo manual es sólo el requerimiento de un sistema, de una manera de hacer pictóricamente lo principal.

Bien se aprecia en las dos perspectivas de la única obra de los dos artistas que vienen a confirmar la sugestiva incertidumbre de este trayecto. Inviértase aparentemente el mismo y volveremos a advertir que lo que va de la obra única a la estampa es lo miso que lo que va de la estampa a la obra única. Insisto: el arte. Su imagen y su resonancia. El arte, y la dimensión que lo articula, el lenguaje. Tan sin fronteras, tan haciéndose y rehaciéndose en su tiempo permanente. Todo el comportamiento del color, de la mancha, el ritmo que reorganiza y da respiración a la atmósfera de Jorge Abot es trascendido en cualquier situación. Averiguación de idéntica calidad en el comportamiento expresivo de Patricio Court, el escorzo el signo -su móvil convivencia-, la densidad matérica, “collage” fundido en la pintura y sutil relieve en la serigrafía. En suma, lo que va de la obra única a la estampa es lo fundamental: aquello que va de Jorge Abot a Jorge Abot y de Patricio Court a Patricio Court.