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Hay arte cuando lo estético se carga de memoria
Entrevista a Jorge Abot.
 
Aproximarnos a la creación de quien transita una vida dedicada al aprendizaje y a la construcción de un discurso plástico fue el propósito de nuestra entrevista con Abot. En su taller nos reencontramos con el sentido que guardan sus telas y papeles, y expresan sus diferentes técnicas y grafías.
 
¿Cuándo comenzó a sentirse artista?
Yo no hice una carrera sistemática en una escuela de Bellas Artes. Mi formación no es la tradicional. Pero sí estudié 6 años con un maestro, con Urruchúa. Por otro lado, yo ya tenía una carrera, me recibí en Sociología y durante mucho tiempo fui profesor universitario. Mientras tanto, la pintura estaba ahí. Pero llega un punto en que se convierte en una doble vida, que en algún momento te obliga a optar. En mi caso las circunstancias también me ayudaron a tomar decisiones y dejar la Sociología para dedicarme de lleno a la pintura. Cuando dejé mi actividad universitaria, dejé el trabajo con el que me ganaba la vida.

No debe ser fácil la transición.
De repente tenía todo el tiempo del mundo para pintar, cosa que reclamaba durante todos los otros años. Y no es fácil encontrarse con todo ese tiempo para hacer lo que querés, evidentemente hay un período de adaptación. Ahora tenía que construir objetos para vender, lo cual es mucho más complejo y azaroso. Hasta que comenzás a sentir que engranás, en el sentido de que te sentís bien trabajando todo el día en esto. Ahí empezás a sentir que puede ser un modo de vida.

¿Se vuelca de alguna manera su paso por la Sociología en su obra?

Pintar es una manera de pensar y la universidad  me ayudó a pensar, te da las herramientas para hacerlo. La pintura es una manera de hacer y pensar.

¿Cómo es el proceso de construcción del propio hacer artístico?
Uno poco a poco va aprendiendo, primero el alfabeto con el que escribís unas pocas palabras. Después empezás a articular esas palabras con las que construís frases. Si el camino es bueno, uno aspira a construir un discurso. Llega un momento en el que aparece algo ante lo que uno dice “este es mi mundo”. Empieza a construirse un mundo de imágenes que son tuyas, tuyas dentro de cierto relativismo. Uno también se fue formando con multiplicidad de imágenes de otros. Vas descubriendo las cosas en las que creés, las que te emocionan. Terminás haciéndote una definición de lo que es el arte.

¿Qué es el arte para usted?
Para mi el arte no es sólo un problema de alcanzar un discurso estético. Hay arte cuando lo estético se carga de memoria. La memoria le otorga al discurso estético densidad, que es lo que hace posible que haya una comunicación. Uno es uno y todos. Cuando veo arte, yo sé que eso cala porque, además de estar bien organizado el trabajo, tiene memoria. Por ejemplo, cuando yo trabajo partituras las uso porque estéticamente me parecen bellas y entran dentro de mi discurso. Pero, si además, pensás que esas partituras, algunas antiquísimas, que llegaron a mí de manera extraña y están cargadas de memoria, terminan teniendo una fuerte cara humana. Así se produce esa sumatoria entre memoria, densidad, carga humana y hecho plástico; eso para mí es arte.

¿Su obra ha sido permeable a los momentos de su vida dando origen a distintas etapas?
Sí, hay una etapa de mi creación anterior a mi partida a España y realmente una etapa de transformación allá. Tuve la suerte de caer allí en un momento muy especial, fantástico, que fue el de la transición española. Fue difícil los primeros años porque había que sacarse de encima el franquismo y transformarse en una sociedad democrática, sobre todo culturalmente. Esto fue fascinante porque, así como había allí miles de latinoamericanos, también volvían los españoles del exilio y entonces se produjo un magma muy especial. Cuando ocurren estas cosas, las sociedades se convierten en sociedades abiertas, no se discute al otro y hay posibilidad de integrarse. Después las sociedades terminan volviéndose e grises; la democracia de alguna manera es gris y no lo digo peyorativamente.

¿Ha habido cambios significativos en su obra?
Yo no pegué saltos, fui construyendo un camino. Sí hay un paso de la figuración a la no figuración, sin embargo yo hoy puedo exponer esas dos obras juntas. Se dirá que es de otra época, pero también encontrarás elementos que se corresponden. Fue esto un acto de maduración, no de travestismo. Sé que he vivido una evolución que es al mismo tiempo un aprendizaje. Por eso considero esencial el camino del aprendizaje y de los maestros. Lleva tiempo construir un lenguaje.

Teniendo en cuenta que vivió 13 años en España ¿qué siente al exponer allí?
Madrid es como mi segunda casa. Voy a Madrid y cambio de barrio, yo me siento también de ahí. Formé mucho tiempo parte del arte español, te digo más, en los diccionarios de arte español estoy incluído.

¿Por qué vuelve a Buenos Aires?
No me fui porque quería. Uno siempre es un poco del lugar donde nació. Podría haberme quedado tranquilamente, pero aún cuando quiero mucho a Madrid, la decisión del exilio definitivo nunca la pude tomar.

¿Cómo ve a los artistas argentinos?
Siempre hubo y hay talentos, pero lo que veo aquí es que todo está muy sujeto a los vaivenes del mercado. La historia del arte argentino todavía no está escrita aunque te parezca mentira, o en todo caso, está mal escrita. Hay muchos artistas de nivel internacional que no han tenido un reconocimiento en este ambiente como deberían tenerlo y se reconocen a otras figuras que no tienen valor. Hay mucha confusión, se han pegado saltos en la valoración. Existe también esa cosa de despreciar lo que se hace aquí y una fascinación por lo que se hace afuera. Cuando tenés eso como característica, las modas hacen estragos. Y como los medios están absolutamente ligados a la moda, aparece una nueva generación y enseguida se come a la anterior y cada vez los ciclos son más cortos.

Solemos entronizar a sujetos aislados y nos olvidamos del resto.
No hay padres, no hay maestros, porque acá prendió rápidamente aquello de la posmodernidad de que no hay historia. Todos terminamos siendo como el clavel del aire. Nadie reconoce a sus maestros. Entonces se entroniza a personas como si fueran maestros cuando no tienen edad para serlo. Ahí aparecen también las manías, como la kuitcomanía por ejemplo. Y así no se construye la historia. Hoy en día muchos de los estudiantes de Bellas Artes desconocen a grandes de la pintura argentina porque se han roto las cadenas generacionales y eso es grave.